miércoles, 17 de marzo de 2010

De Cine y de libros

DE CINE...

Akira Kurosawa (1910-1998) es uno de los directores japoneses más famosos de la historia. Aunque su nombre no te suene demasiado, Kurosawa es uno de los directores favoritos de Steven Spielberg, George Lucas, Francis Ford Coppola o Quentin Tarantino.

Algunas de sus películas más importantes son: Rashomon, historia de una violación, contada desde diferentes puntos de vista (¡incluido el de un fantasma!); Los Siete Samuráis, que ha sido versionada como western en Los Siete Magníficos y hasta como dibujos animados en Bichos; Dersu Uzala, un canto a la naturaleza, la caza y la supervivencia; Ran, épica historia de guerreros japoneses...

¿Sabías que La Guerra de las Galaxias está basada en una película de Kurosawa?
¿Sabías que se le conoce como el más occidental de los directores japoneses?
¿Sabías que el 23 de marzo de 2010 Akira Kurosawa hubiera cumplido 100 años?

Celébralo y revisa su cine, no te decepcionará.





...Y DE LIBROS

Algunas de las películas de Akira Kurosawa están basadas en autores japoneses (como las historias de Rashomon).

Sin embargo, curiosamente, Kurosawa se hizo famoso adaptando a autores occidentales y llevando sus historias a Japón.

William Shakespeare, Fiodor Dostoyevsky, Maxim Gorki o Evan Hunter son algunos de los autores que Kurosawa asimiló y reconvirtió de clásicos de la literatura a clásicos del cine.

¿Te imaginas a un guionista de Alfred Hitchcock escribiendo una película de suspense para Kurosawa? (El Infierno del Odio)

¿Cómo se pueden llevar Macbeth o El Rey Lear de Shakespeare al Japón medieval? (Trono de Sangre y Ran)

¿Será porque la literatura es universal y debe leerse siempre y en cualquier lugar del mundo...?

Gonzalo González Laiz

sábado, 13 de marzo de 2010

“Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera, y sin embargo, sucedieron así.”

Es más que probable que yo tuviera la misma edad que Daniel, El Mochuelo, cuando leí El Camino. Fue una lectura obligada de esas del colegio. Y no sólo la recuerdo, sino que aún conservo el pequeño trabajillo resumen que nos encargaron. Hecho con una letra redondilla aún por estropear, en cuadrícula y con una portada en la que había calcado y sombreado a mi gusto el rostro del autor. (Me gustaba pintar bastante más que leer).

Por aquel entonces nuestras vacaciones transcurrían en el pueblo. Y nuestro juguete más sofisticado, sin duda, era la bicicleta. Lo que de verdad nos gustaba era correr por el pueblo, disfrutar de la vida del pueblo y participar, en la medida en que nos dejaban, de las tareas del pueblo. Así que leer la historia del Mochuelo, fue identificarse y añorar durante el curso nuestras andanzas del verano.

Con los años, también dejamos de ir al pueblo de vacaciones (había que estudiar demasiado en verano). El camino que nos tocó andar, sin ser una sorpresa visto con la perspectiva de los años, se alejaba insensiblemente, más que de lo rural, de lo tranquilo. Demasiadas cosas entre manos: estudio, trabajo, familia…

Como tantos otros, tuve que irme de mi tierra por cuestiones de trabajo. Y es curioso, pero cuando ahora tengo oportunidad, no siento tanto la necesidad de volver a la ciudad en la que nací y crecí (y que sigue ahí y visito con frecuencia), sino al pueblo donde pasábamos los dos meses de verano. ¿Será, como dice mi padre, porque en el fondo todos somos de pueblo? ¿O será porque en realidad todos añoramos irremediablemente nuestra infancia?
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sábado, 6 de marzo de 2010

"No me digas lo que no puedo hacer"

Es lo que se llama una frase recurrente, y esta es de John Locke. ¿Y quién es este? Pues uno de los protagonistas de la serie Perdidos. Parece ser que, en su momento, abandoné la serie demasiado pronto porque no recordaba que esta fuese una frase de este personaje.

La escuché el otro día en la radio. Alguien, (no he podido averiguar quién era) la mencionaba en uno de los anuncios de la campaña publicitariaesto sólo lo arreglamos entre todos”. Y coincidió con uno de esos días en los que yo había puesto examen y alguien, (siempre hay alguien) lo dejó en blanco.

Estoy harto de ver a alumnos que creen que tienen derecho a no hacer. De hecho, ellos saben que una de mis frases recurrentes es “Tenéis derecho a equivocaros, pero no tenéis derecho a no hacer (entiéndase estudiar)” Y te miran con cara de póker, con una expresión entre seria, apesadumbrada, como si por un instante supieran que no te falta razón, y a la vez muestran una tibia sonrisa que supongo que es el reflejo de la falta del valor suficiente para rectificar, para decir “vale, acepto el reto, voy a intentar obtener lo mejor de mí mismo”.

Me ha costado hacer esta entrada porque no podía evitar tratar el tema y al mismo tiempo no quería dirigirme a mis alumnos dando una sensación negativa. Efectivamente, el que deja el examen en blanco no es uno ni dos, son unos cuantos, pero también hay muchos más que saben que pueden, deben y que es muy gratificante la sensación de conseguirlo. ¿El qué? Lo que nos propongamos.

El lunes es el "Día Internacional de la Mujer Trabajadora". Un buen momento para celebrar que muchas veces no es fácil hacer lo que se quiere aunque se tenga el pleno convencimiento de tener el derecho a conseguirlo.
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